a veces me quedo bien quieta tapada de la mañana a la espera del violento san goloteo de las ventanas: un helicóptero invocado por el secreto de un objeto implosivo en el corazón de un pasajero anónimo del metro pedreros se mete muy dentro de mí retumba los párpados las sábanas la mortaja de tanto san goloteo perdono el paso del sol.