Odio al miedo, pero él me abraza y me besa. Es una relación algo extraña y confusa, he tratado de establecer un díalogo serio con él, pero ni me pesca.
Nuestra relación partió hace unos siete años. Antes sólo lo saludaba o lo miraba, muy de lejos, siempre fuí tímida. Un día él se acercó y comenzamos a hablar, me iba a ver a mi casa y rápidamente nuestros lazos comenzaron a estrecharse. Sus visitas se hicieron constantes, una constancia aterradora, que irónico. Pero yo no tolero el acecho y la dependencia de una relación, asi que me desesperé y quise huir, pero señor miedo se puso muy pesado y siguió requiriendo mi compañía. Hasta que le dejé las cosas claras, ya nada más, él me hacía mal.
Desanimado, me dejó de ver por una larga temporada. Y yo no lo extrañaba ni una pisca. Pero los mejores invitados son los que no han recibido su invitación, entonces volvió; lo recibí resignada. A veces salíamos al cine, conversabamos y comíamos, o sólo nos limitabamos a mirarnos. Yo ya me había acostumbrado, pero al ver esto, él se aburrió y me dejó. Yo acepté su desición con una sonrisa.
Pasaban las estaciones y yo comenzé a extrañarlo, comencé a buscarlo y por supuesto que dí con él, pero la relación era distinta, yo ponía los temas, yo lo invitaba a salir a diferentes lugares,pero él también lo hacía: nuestra relación se había consolidado.
Yo sé que me hace mal, yo sé que es una mierda, como la comida del McDonald's, pero la necesito y espero con ansias, necesito sentir su tacto para saber detenerlo, para advertir-me.
No creo que sea una relación sana.