domingo, 28 de junio de 2009

Ese día, todos caminaban tan agachados que casi alcanzaban a rozar el piso con la punta de la nariz. El cielo estaba tan gris que se confundía con el humo que vomitaban las grandes y anoréxicas chimeneas que a veces aparecen cuando nos vamos de la ciudad.
Ese día me hubiese gustado decirte que tus miradas de pronóstico reservado( girondo) no me gustaban ni un poquito. Que tus piernas tan largas como la carta que pensé en darte alguna vez, me estaban mareando.
Y ese fue el único día que tus ojos estaban de colores, de todos los colores que aparecen en el catálogo de pinturas. Pero no se te veían bien, porque no combinaban con el día gris arriba de tu cabeza; era gris y tú de colores.

A veces cuando hace frío, me acuerdo de ese día, tú me tocas las piernas; las mías no son tan largas como las tuyas. La náusea se va.