escribo desde esta avenida donde solíamos pasar los domingos por la mañana. Esa familia dominguera y demócrata cristiana, en donde el papito es un asesino. Daddy killer. Daddy Murderer. Daddy killer porque es más divo, porque se parece al papito de ese cielo gringo que nunca va a poder ser como el azul de la bandera chilena.
escribo desde esta avenida en donde las niñitas-mujeres ya se cansaron de tocarle el bulto a los colegiales exacerbados, esos que esperan como lobos hambrientos en la salida del colegio. Ya están cansadas de bailar, se sacaron los zapatos porque sus pies no se azulaban de frío, estaban rojos por la sangre, de tanto bailar como musas griegas, de tanto mover las caderas como damas de burdel. Hay caderas rotas en medio del patio. Es esta avenida en donde ellas un día tomaron la tijera y con rabia cortaron el jumper, para después cubrir sus cuerpecitos desnudos con la ecografía de un hijo que nunca fue.
escribo desde esta avenida en donde iba a jugar a las escondidas por la tardenoche, pero cuando ya habían contado hasta cien, nunca más se escuchó el "un-dos-tres-por-mí".
